Sekai no Yami to Tatakau Himitsu Kessha ga Nai kara Tsukutta - Capítulo 1
Sekai no Yami to Tatakau Himitsu Kessha ga Nai kara Tsukutta
Capítulo 1:
Entrenando mi Telequinesia con Férrea Constancia.
Yo creo que todos los humanos han, en algún punto de sus vidas, soñado con tener superpoderes. Sin duda han dicho cosas como: “Si tan sólo pudiera teletransportarme~” o “Si tan sólo pudiera hacerme invisible~”
Por ejemplo, cuando estás a punto de llegar tarde a algún lugar, pero te encuentras atascado en el tráfico y revisas la hora una y otra vez, es el momento ideal para pensar: “Hombre, esto sería mucho más sencillo si tan sólo pudiera teletransportarme”. Cualquier adolescente saludable seguramente ha soñado, al menos un par de veces —mientras le da rienda suelta a su imaginación, si sabes a lo que me refiero¬—, con el amplio abanico de posibilidades que tendría a su disposición si pudiera hacerse invisible. Muchas inocentes damas seguro han soñado —con un tanto de nerviosismo— con conjurar un hechizo sobre su príncipe soñado para conquistarlo. (Aunque ya no serían precisamente inocentes, pero seguro entiendes el punto).
Naturalmente, yo también pensé un montón al respecto cuando estaba en secundaria, pero, al ser un japonés más del montón, viviendo a principios del siglo veintiuno, no logré hacer ningún cambio. Si viviera en el siglo veintitrés, seguro podría hacer alguna diferencia, pero bueno…
Al entrar a preparatoria, mis delirios comenzaron a decrecer paulatinamente y dejé de pensar tanto en ello con el paso del tiempo. Aunque, de vez en cuando surgía la pregunta “¿qué harías si tuvieras superpoderes?”, dando inicio a una divertida conversación.
Quizá ocurrió debido a una conversación de camino a casa que sostuve con un amigo de la escuela, o quizá no. En cualquier caso, mientras estaba sentado en mi sala de estar, comiendo galletas de arroz mientras veía un programa de variedad en la televisión —que no me era de provecho, pero tampoco me era perjudicial—, me percaté de que había tirado bastantes migajas al suelo. Por capricho, las recogí utilizando telequinesia.
No intenté recogerlas.
Las recogí.
“… ¿Eh?” Al darme cuenta unos instantes después que las migajas estaban en mi mano, las escudriñé.
Eso fue extraño, ¿cierto? Siento que algo increíblemente extraño acaba de ocurrir con la mayor de las naturalidades.
Miré al suelo. No había migajas. Miré mi mano. Había migajas. Aunque no recordaba haber movido mi mano para recogerlas.
Lo que significa que… ¿Qué significa esto?
Ahora estaba comenzando a dudar del recuerdo de que las migajas estuvieran en el suelo en primer lugar. No tenía demencia prematura; simplemente era algo tan banal que ni siquiera se quedó grabado en mi mente. Las únicas personas que pueden recordar hasta el más mínimo detalle en sus vidas son probablemente aquellas con memoria fotográfica.
No me digas que realmente recogí las migajas utilizando poderes psíquicos.
Con fines comprobatorios, volteé a ver el paquete de galletas de arroz, entonces deseé mentalmente que una saliera flotando. Pero nada ocurrió. No había señales de movimiento.
¿Lo ves? No funcionó. Sí, por supuesto, no fue más que mi imaginación.
Suspirando con pesadez, dispersé las migajas en mi mano utilizando telequinesia, luego tomé el control de la tele—
“¡¿QUÉ RA—?!”, grité soltando el control remoto.
¡¿QUUUÉÉÉÉÉÉÉÉÉ?! ¡No fue mi imaginación! ¡Esta vez no fue mi imaginación! ¡Las migajas se dispersaron, aunque ni siquiera moví la mano! ¿Eh? No fue mi imaginación, ¿cierto? ¿O si lo fue? Espera un segundo. ¿Eh?
Mi corazón latía tan rápido que sentí que se saldría de mi pecho. La última vez que mi ritmo cardíaco se elevó tanto probablemente fue cuando me quedé dormido en la asamblea matinal mientras escuchaba el interminable discurso del director, pero luego fui reprendido por el subdirector personalmente. Él gritó mi nombre directamente al micrófono, por lo cual se generó un desastre acústico que me despertó del sueño, abrí los ojos sin tener mucha idea de lo que ocurría, pero, cuando miré alrededor, todo el mundo estaba observándome y el silencio era humillante, y yo no dejaba de sudar frío… No, dejemos ese recuerdo en paz.
Mi cabeza era un desastre. Según la lógica de las novelas ligeras, ahora que había despertado poderes, sería atacado en el futuro cercano, pero una hermosa chica aparecería y habría una sangrienta confrontación seguida de un “¡Oh, sí~!”
No, no, cálmate. Puedo prescindir de todos y cada uno de los posibles escenarios que impliquen baños de sangre, muchas gracias. Cálmate. Respira profundo. Enfría la mente. Sí, esa es una buena idea. Hagamos eso.
Me tambaleé con dificultad hasta la cocina, puse la cabeza bajo el grifo del fregadero y lo abrí al máximo. Un chorro de agua helada cayó sobre mi rostro con gran intensidad, salpicando y empapando mi ropa y el suelo. Cerré el grifo con gran nerviosismo. Mierda. Ese chorro fue unas tres veces más intenso de lo que había esperado que fuera.
Pero lo importante era que el agua enfrío tanto a mi cabeza como a mi mente. Agudicé mi escucha, pero los únicos sonidos que percibí era el de los típicos zumbidos que hacen los aparatos eléctricos que estaban funcionando y la despreocupada risa del programa de variedades que había puesto en la sala de estar. Mientras sentía la frialdad del agua traspasando mi ropa y empapando hasta mi ropa interior, me quedé de pie, anonadado.
¿Qué puedo decir? Me había enfriado. Tanto en mi mente como en mi corazón. Ser capaz de utilizar telequinesia realmente no significada nada. El mundo no iba a terminarse, mis notas tampoco iban a mejorar, y mis ingresos tampoco lo harían. El agua que goteaba de mi pelo simplemente se sentía… melancólico.
Suspiré y tomé un trapo para secar el suelo. Me quité la ropa, la escurrí y la metí en la lavadora que estaba en el baño. Luego regresé a la cocina sólo usando ropa interior y procedí a secar todos los cubiertos y especieros que se habían mojado.
Estaba feliz de que mis padres no estuvieran en casa. Si mis padres hubieran visto mi extraño comportamiento actual, no sabría cómo explicárselos. Más que cualquier otra cosa, habría sido una situación realmente extraña.
Después de secar a fondo, apagué el televisor con gran pesadez, tomé el paquete de galletas de arroz y me dirigí a mi habitación. Ahora simplemente me siento estúpido.
Lentamente, me puse una camiseta y unos jeans que no combinaban y me senté en mi silla. Luego me sumí en mis pensamientos mientras me llevaba las rodillas al pecho y me comía el resto de las galletas de arroz.
Habiendo recobrado la calma, comencé a replantearme si todo había sido producto de mi imaginación. Si la telequinesia hubiera sido tan obvia como la que derriba casas o levanta refrigeradores, entonces habría sido más sencillo aceptarlo. Habría sido tan increíble como para ser creíble. Pero, al final, todo lo que había movido eran migajas de galletas de arroz. Eran incluso más pequeñas que los balines que usan las pistolas de aire comprimido. Un trocito probablemente ni siquiera pesaba un gramo. No había sido la galleta de arroz lo que voló, sino las migajas. ¿Habrá sido por el viento? Eso habría sido mucho más razonable que despertar repentinamente un superpoder.
No recordaba con certeza si las ventanas de la sala de estar estaban abiertas o no. Así que, para estar seguro, me levanté de mi cama y me aseguré de que tanto la puerta como la ventana de mi habitación estuvieran cerradas. Luego golpeé mi cama con suficiente fuerza como para asegurarme de que se levantaran partículas de polvo. El sol que traslucía por la ventana iluminó las partículas que reposaban en el aire. No había indicios de que hayan salido volando en alguna dirección en particular debido al viento.
Quebré una galleta de arroz de manera en que obtuve un pedazo del tamaño de la uña de mi meñique, luego la coloqué sobre mi escritorio. Simplemente la observé fijamente, pero no se movió. Por supuesto que no lo hizo.
La siguiente prueba consistió en traer un pequeño ventilador y encenderlo con dirección al pedazo de galleta. El pedazo voló como cualquier otro pedazo de galleta lo haría. Bueno, no estoy seguro de qué estaba esperando que ocurriera. Ocurrió según lo previsto, pero parecía distinto de alguna manera. Cuando las migajas volaron en la sala, se comportaron de manera más estable, y volaron en una dirección más directa… supongo.
Tragué saliva con intensidad. ¿Debería hacerlo? ¿Voy a hacerlo? Si nada ocurre, entonces esta podrá ser una anécdota muy divertida. Bueno, no, más bien sería una anécdota vergonzosa. Pero si pienso en esto como un sueño lúcido, entonces podría contar como una valiosa experiencia.
Nuevamente, quebré un pedazo de galleta de arroz y lo puse sobre el escritorio. En esta ocasión, lo observé y, muy conscientemente, intenté recordar los detalles exactos de lo que podría ocurrir. Contuve la respiración para asegurarme de que no había viento en absoluto, luego extendí la mano. Visualicé al pedazo de galleta de arroz siendo sujetado y llevado hacia mí.
Como si fuera la cosa más natural del mundo, el pedazo levitó hacia mi mano.
“¿Qué? ¿Es en serio?”
Coloqué el pedazo de galleta sobre el escritorio. Extendí la mano. El pedazo voló hacia mi mano. Nuevamente, coloqué el pedazo de galleta sobre el escritorio. Extendí la mano. El pedazo levitó hacia mi mano. Por tercera ocasión, coloqué el pedazo de galleta sobre el escritorio. Extendí la mano. El pedazo levitó hacia mi mano.
Sólo para estar doble, triple y cuádruplemente seguro, coloqué el pedazo de galleta sobre el escritorio. Extendí la mano. El pedazo levitó hacia mi mano.
Esto estaba comenzando a asustarme.
No iba a pellizcarme para despertarme del sueño, ni tampoco murmurar “¿Estoy soñando?” ni tampoco hacer nada cliché como eso. Esto era demasiaaaaado real como para hacerlo. No tenía duda alguna de que esto era real.
Eh—
Eh——
¿Qué se supone que haga en momentos como este? No tenía experiencias previas o conocimientos de los cuales partir. No es como que no se me haya ocurrido gritar: “¡Maldita sea, tengo superpoderes!”, pero, si tuviera que ser honesto, se sentía que era más un problema que cualquier otra cosa.
Porque, bueno, tú sabes, en las novelas ligeras y los mangas siempre se proveen explicaciones de por qué los protagonistas obtuvieron sus poderes, ¿no? Una voz aparece dentro sus mentes pidiéndoles ayuda, o descubren que son descendientes de una dinastía de magos retirados. Reciben una guía, una pista o al menos un indicio, ¿no?
Así que, ¿cuál era la explicación para esto? Coloqué los pedazos de galletas sobre el escritorio. Levitaron y se posaron en mi mano. Colocar. Levitar. Posar. En cada ocasión, el mismo resultado.
Así que, de nuevo, ¿cuál era la explicación para esto? Dependiendo en la manera en que abordes el tema, podría resultarte asombroso, pero seguramente sin llegar a más. ¿Qué rayos está ocurriendo? Era capaz de utilizar telequinesia, pero no tenía la más remota idea de qué despertó mis poderes. Un adolescente promedio que despierta superpoderes no es algo extraordinario, pero casi siempre se revela que los antecedentes del protagonista son todo menos ordinarios.
Mis dos padres trabajaban y mi familia era bastante normal. No había posibilidad alguna de que tuvieran su origen en algún entorno súper secreto. Mi papá era un inspector de materiales utilizados en la fabricación de automóviles y yo mismo lo vi trabajando durante el día de Visita el Trabajo de tus Padres cuando iba en primaria. Nos habló sobre la reflexión de la luz cuando los cuando los láseres chocan contra los materiales y otras cosas de física. Mi mamá ayudaba en el negocio de viveros en casa de sus padres. Yo ayudaba de vez en cuando durante las vacaciones de verano para ganar un poco de dinero, así que no había lugar a dudas. Nunca fui secuestrado de menor, nunca hubo algún estudiante transferido que luciera sospechoso y no había ninguna marca anómala en mi cuerpo. Más que decir que no había encontrado nada misterioso últimamente, lo más preciso sería decir que no había visto ni siquiera la “M” de “misterioso” en toda mi vida.
Maldición. En mis 17 años de vida, jamás me había encontrado en una situación tan incomprensible como esta. Incluso las preguntas de matemáticas del examen de ingreso a la Universidad de Tokio eran más comprensibles. Puede que no sepa cómo resolverlas, pero al menos tengo una idea de lo que están hablando. Pero esto va más allá de toda lógica.
No, espera. ¿Estaré siendo un total engreído al pensar que soy la única persona capaz de utilizar telequinesia? ¿Será este uno de esos vergonzosos delirios chuunibyou en los que me creo asombroso porque soy especial y todo eso?
¿Podría ser posible que es perfectamente normal que uno sea capaz de utilizar telequinesia, pero que todos los adultos ocultan el hecho con sumo cuidado?
O quizás… ¿que la raza humana entera haya despertado telequinesia al mismo tiempo? Eso, sin duda… no podría ocurrir, a menos que… no, parece que es realmente imposible. Supongo que debería investigarlo solo por si las dudas.
Regresé a mi asiento, encendí la computadora y me conecté a Internet. Navegué por un montón de portales de noticias, pero no vi nada al respecto. Bueno, solamente habían transcurrido 30 minutos desde que me volví capaz de utilizar telequinesia. Quizá simplemente aún no ha llegado a las noticias. Dejando a las noticias de lado por un rato, probé con otros términos de búsqueda.
[Buscar: adolescencia, telequinesia, descubrimiento]
[Resultados de Búsqueda: “cosas dichas por adolescentes”, “Wikipedia — adolescencia”, “enfermedades mentales en la adolescencia”, etc.]
Navegué por todos los sitios de la primera página de resultados, pero todos y cada uno de ellos eran totalmente ajenos entre sí. No estaba especialmente sorprendido. Si mencionas “adolescencia” y “telequinesia” (o cualquier término similar) en la misma frase, sin duda provocarás dudas respecto a tu salud mental. O, bien, te ganarías una suave sonrisa y un, nada discreto, desvío de la mirada. Así que, a partir de esa premisa, me confirmé que afirmar que soy capaz de utilizar telequinesia sería algo súper cringe. Ok, lo entiendo, jamás hablaré con nadie al respecto. Aunque fuera cierto, tener que probar que lo era habría sido un verdadero fastidio. En primer lugar, incluso yo me desconcerté hasta que logré procesarlo, así que otras personas pensarían que se trata de un truco de magia o algo por el estilo. Y, aunque consiguiera probarlo, cualquier cosa que ocurriera después también sería un fastidio. Podría aprender un par de cosas si le pidiera a algún renombrado profesor de física que me hiciera pruebas con alguna maquinaria de física de última generación, pero no tengo esa clase de contactos.
Así que me reservaré todo el asunto de ser capaz de utilizar telequinesia. Muy bien. El hecho de haber decidido esta única norma ha hecho que toda esta búsqueda en línea haya valido la pena. El Internet es realmente todopoderoso.
Lo siguiente fue proceder a buscar un nuevo conjunto entero de términos mientras oprimía F5 en esos portales de noticias cada par de minutos.
“Enfermedades mentales” sonaba como algo de lo cual preocuparte, pero no sabía si mi telequinesia traía consigo algún riesgo o efecto secundario.
Como, ¿qué tal si acorta mi esperanza de vida cada vez que la utilizo? O, ¿qué tal si me volví capaz de utilizarla como efecto secundario de alguna enfermedad? O, ¿qué tal si alguna sustancia venenosa se acumula dentro de mi cuerpo cada vez que la utilizo?
Sólo para estar seguro, salí de mi habitación para tomar el botiquín de emergencias, luego puse el termómetro bajo mi axila. Googleé la frecuencia normal de un hombre de 17 años, y luego la medí.
En resumen, todo estaba en regla. No estaba experimentando jaqueca o mareo alguno. Parecía que, al menos, nada terrible me ocurriría en el futuro próximo.
Podría tener sentido evitar utilizar algo con lo cual no estoy familiarizado y simplemente olvidarme del tema, pero eso también podría resultar peligroso.
Supongamos que no lo utilizo regularmente y luego algo como MP se acumula dentro de mi cuerpo hasta que no soporto más y exploto. Tengo que decir “No, gracias” a la idea de explotar.
En lugar de simplemente ignorar el asunto, podría ser mucho más seguro arriesgarme a examinarlo a largo plazo. No hay indicios de que simplemente desaparezca si me olvido de ello.
La examinaré hasta donde me sea posible. Si resulta ser una telequinesia súper increíble que me permitirá hacerme popular, pues mucho mejor. Jejeje.
Googleé “psicoquinesia”, “telequinesia”, “poderes mentales”, “parapsicología” y cada término relacionado que se me ocurriera. Navegué por todas y cada una de las páginas y las leí enteras. De lo que me percaté después de una hora es que ningún resultado me era de utilidad. Había foros en los que se discutía el tema con la suposición de que no era real, y sitios muy sospechosos con dudosa lógica que mencionaban cosas como poderes demoníacos o energía interna. Pero no había uno solo de ellos —científico o no— que fuera relevante para mi situación actual.
Así que, a partir de esa premisa, llegué a dos posibles conclusiones:
1) No había precedente alguno y yo era el primer humano en la historia que había despertado poderes telequinéticos. O hubo algunos antes que yo, pero murieron sin percatarse de sus poderes; o, bien, sus poderes eran tan patéticos y lamentables que fueron catalogados como charlatanes.
2) Este era un asunto restringido por el gobierno al más alto nivel, y toda mención de ello en Internet era borrada.
Ambas me parecían igual de probables, pero realmente anhelaba que no se tratara de la segunda opción. ¡Las Fuerzas Especiales de una enorme organización secreta podrían irrumpir en mi casa en cualquier momento para secuestrarme! Eso es aterrador, jaja… No, no es divertido en absoluto. Eso podría traducirse en un boleto sin retorno para convertirme en un sujeto de pruebas. Sólo puedo rogar para que no se trate de la segunda opción.
Después de que habían transcurrido tres horas y los portales de noticias aún no habían hecho mención alguna al respecto, dejé de intentar obtener información en Internet y decidí optar por realizar experimentos reales con mi telequinesia. Balanza electrónica de la cocina, lista. Botella de plástico (con agua en su interior), lista. Cinta métrica del cajón de mi escritorio, lista. Para comenzar, alineé los tres objetos en mi escritorio.
La razón por la cual la galleta entera no se movió, pero las migajas sí fue debido su peso. Al menos, esa era mi hipótesis. Así que necesitaba confirmar cuánto peso podía mover.
En primera instancia, pesé la botella de plástico después de vaciarle el agua. Pesaba 25 gramos… mucho mayor que el peso de una galleta entera. Maldición. Había pensado en probar mi máxima capacidad al añadir agua paulatinamente, pero ese plan ya no era una opción.
Sin ninguna otra opción, quebré varios trocitos de galleta y los pesé en la báscula electrónica, eventualmente determinando que el límite de lo que podía levantar era de 3 gramos. Podía mover hasta 2 gramos sin esfuerzo, pero, cuando el peso se acercaba a los 3 gramos, realmente tenía que pensar seriamente en “moverlo”.
Dejando de lado mi patética capacidad que sólo podía mover una mera hormiga, ya había hecho mi primer descubrimiento: la capacidad de mi telequinesia podía ser controlada.
Se trataba más de una “sensación” y menos de algo que pudiera ser descrito, pero aprendí que cuando utilizo telequinesia, hay tres pasos involucrados:
1) Mirar al objetivo.
2) Estirar la mano.
3) Aplicar fuerza.
“Mirar al objetivo” es exactamente tal y como suena, así que podemos omitirlo.
“Estirar la mano” implica abrir la mano con la palma mirando hacia el objetivo. La habilidad funcionará incluso si no estiro la mano, pero la capacidad decrecerá sustancialmente. Hasta un tercio, para ser específico.
“Aplicar fuerza” es realmente difícil de describir con palabras. La única manera en que podría expresarlo era aplicar fuerza. Es como, esforzarse, o hacerlo en serio, o algo así. Si me preguntaras en qué aplico la fuerza o cómo es dicho esfuerzo, no sabría cómo responderte. Supongo que, si realmente tuviera que explicarlo… sería algo como tener un músculo telequinético invisible, o “telequimúsculo” para simplificarlo, y yo sólo… lo muevo…
Todos hemos experimentado aquellos momentos en los que no se siente nada cuando se levanta algo ligero, pero cuando se carga algo pesado o se está haciendo pulso con alguien más, nuestros músculos comienzan a temblar y a cansarse y uno piensa: “Oh, cierto, tengo estas cosas llamadas músculos. Los estoy utilizando por completo ahora mismo”, ¿no? Algo así se siente, más o menos.
Así que, después de haber determinado que mi límite era de 3 gramos. Realicé varias pruebas para ver si podía llegar a los 4 gramos, tales como pararme de manos o ponerme en cuatro y gritar. Como resultado, me cansé, pero este cansancio era uno distinto al cansancio físico o mental. Era una sensación de pesadez y letargo, pero, después de descansar un poco, el cansancio desapareció. La mejor conclusión a la que llegué fue que gastaba algo como MP cada vez que utilizaba telequinesia. Aún no lo entendía muy bien, pero estaba bastante seguro de que esa era la causa, así que escribí “¡Se cuidadoso con el gasto excesivo de MP!” en mi bitácora y me aseguré de grabarlo en mi memoria. El agotamiento físico excesivo podría llevarme a la muerte y el agotamiento mental excesivo podría llevarme a la neurosis. Seguramente el agotamiento telequinético excesivo tampoco me llevaría a nada bueno.
Lo siguiente era el rango. ¿Qué tan lejos llegaría mi telequinesia? Rápidamente averigüé que el rango de mi telequinesia excedía el rango que mi cinta métrica podía cuantificar. Más que decir que podía llegar a cualquier rincón de la habitación, sería más apropiado decir que podía llegar tan lejos como pudiera ver. El truco radicaba en que, si no podía verlo, entonces estaba fuera de rango, independientemente de qué tan cerca estuviera. Si no podía ver el objetivo con claridad, como podría ser el caso en que estuviera al otro lado de un cristal empañado o que simplemente estuviera demasiado lejos, entonces la precisión disminuiría. Sin embargo, la capacidad permanecía igual.
Lo último era la operatividad. ¿Con cuánta precisión podría mover cosas con mi telequinesia? Resultó ser extremadamente limitada. Sólo podía “atraer hacia mí (mi mano)” y “alejar de mí (mi mano)”. Para ponerlo en términos simples, sólo podía iniciar movimiento a lo largo de la línea recta que me conectaba con el objetivo. Los movimientos laterales no eran nada buenos. Para ser más específico, sentí que era algo posible hacerlo, pero incluso al casi desgarrar mi telequimúsculo por un gran esfuerzo, todo lo que pude conseguir fue un movimiento tan diminuto que ni siquiera estaba seguro de si lo había o no imaginado. Así que, para todo fin práctico, movimiento lateral era algo imposible.
Escribí todos mis descubrimientos en mi bitácora de experimentos. Se me habían acabado las ideas cuando escuché el auto de mi mamá entrar al garaje, así que regresé apresuradamente la balanza electrónica a la cocina y puse fin a los experimentos del día. Quiero decir, no es como si no pudiera seguir haciéndolos a mitad de la noche, pero sería aterrador perder el control de mis poderes y terminar involucrando a mi familia en esto. Aunque quizá estaba siendo demasiado presuntuoso para ser alguien apenas capaz de mover 3 gramos.
⚔
Al día siguiente, me asaltó el dolor telequinético. Ocurre exactamente lo mismo cuando que sobresfuerzas tus músculos normales y tienes dolores musculares, y que cuando sobresfuerzas tu cerebro y terminas con dolores de cabeza (sí, eso ocurriría). Pero, dicho eso, no esperaba en absoluto que el uso excesivo de la telequinesia implicara dolor telequinético. Si me preguntaras de qué tipo exacto de dolor se trataba, no sabría cómo describírtelo. Si tuviera que expresarlo con palabras, entonces sería algo como “¡FORUAH!”. Si tuviera que describirlo como lo haría alguien con chuunibyou, entonces sería algo como: “Siento el caos desbordándose en mi interior mientras mi alma escapa de su caparazón”. Pero, siendo sincero, no era especialmente doloroso elegir no utilizar la telequinesia o simplemente pensar en tenerla, así que decidí simplemente dejar descansar a la telequinesia por el día de hoy.
De camino a casa desde la escuela, me detuve en un restaurante familiar. Ningún empleado comenzó a exhalar fuego repentinamente, ningún hombre en traje ni ninguna hermosa chica aparecieron para tener un tiroteo conmigo. Dejando de lado que mi amigo derramó Coca-Cola sobre todo mi uniforme, el día estuvo tan tranquilo que apenas y pude creerlo. Menos mal un poco de Febreze pudo ocultar el aroma azucarado, pues, en caso contrario, le habría exigido que pagara la tintorería, en serio.
⚔
Al día siguiente, decidí dejar de revisar los portales de noticias porque no había cambio alguno. Incluso perdí la motivación para revisar. No ha habido nada desde que desperté mi telequinesia hace dos días, así que pensé que revisar el periódico sería más que suficiente.
También se redujo el dolor telequinético, así que opté por utilizar telequinesia nuevamente, situación en la que descubrí que, a pesar de que el rango y todo lo demás habían permanecido igual, la capacidad había incrementado. Ahora apenas podía mover hasta 4 gramos, también podía sentir que mi telequimúsculo había crecido un poco. ¡4 gramos! ¡Es increíble! ¡1 gramo! ¡Se incrementó 1 gramo! ¡Pero siguen siendo apenas 4 gramos! ¡No es ni siquiera suficiente para mover un simple lápiz! ¡Maldición!
Si tomo en cuenta el día que descansé debido al dolor telequinético, la tasa de crecimiento fue de 1 gramo cada dos días. Lo que se traduciría en 182 gramos en un año. Incluso después de un año entero, todavía no sería capaz de mover una botella con 500 ml de agua. Si siguiera entrenando diligentemente todos los días, entonces sería un adulto para cuando pudiera hacer levitar a un gato. U~~WA~~AH. ¡Qué patético! ¿Piensas que soy estúpido? Si hiciera entrenamiento muscular habitualmente, no, más bien, incluso sin hacer entrenamiento muscular ya soy capaz de lanzar al gato. Olvídate de una pelota, incluso podría jugar a atrapar al gato. No me subestimes-nya.
Aunque esto podría verse como un problema privilegiado —considerando que la gente normal no puede utilizar telequinesia—, comencé a pensar que agregar una o dos palabras más a mi vocabulario en inglés sería más provechoso que entrenar mi telequinesia. En cualquier caso, incluso si me relevara al público y me las arreglara para hacer que se confirmara todo este fenómeno sobrenatural (lo que traería consigo un montón de problemas, estoy seguro), todo lo que me depararía sería la horrible vida de alguien que se hizo viral por un rato antes de volver a hundirse en la oscuridad. Estudiar con empeño, matricularme en una buena universidad y conseguir un empleo en una buena empresa como cualquier otra persona era, sin lugar a dudas, una alternativa mucho mejor.
Sin embargo, dicho eso, no me tomaba mucho tiempo o esfuerzo hacer el entrenamiento, así que decidí seguir haciéndolo.
Pero, con toda honestidad, me estaba sintiendo muy decepcionado con todo este asunto. Era completamente distinto a los superpoderes con los que soñaba cuando era niño. Ningún sujeto misterioso me estaba acechando, no había indicio alguno de invasores espaciales, ningún agente de alguna organización había tocado a mi puerta y no se había abierto ningún portal hacia otro mundo. Incluso si un sujeto misterioso apareciera, en lugar de utilizar mi telequinesia de 4 gramos para resistir en una confrontación, definitivamente sería más rápido y mucho más efectivo simplemente arrojarle un jarrón o golpearlo con mis propios puños. La telequinesia realmente parecía carecer de significado alguno.
Esa es la conclusión a la que llegué. Durante todo este tipo, lo que anhelaba no eran superpoderes, sino los días extraordinarios que éstos traerían consigo. Bueno, esos días extraordinarios podrían ser peligrosos de maneras tan extraordinarias que también representarían un problema, así que lo que quería era algo que pudiera disfrutar hasta cierto punto en el cual no se comprometiera mi integridad. O quizá una habilidad que fuera más versátil… eso había sido genial. La único que se me ocurría para darle uso a mi telequinesia de 4 gramos, que sólo funcionaba en línea recta, era arrojar tachuelas una por una como estrellas ninja. Pero, aun así, sería mucho más eficaz simplemente arrojar un par de puñados con mis propias manos. Ahhhh. Ahí va toda esa emoción. Justo por el drenaje.
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La capacidad de los seres humanos para adaptarse es aterradora. Después de diez días, ya me había acostumbrado a poder utilizar telequinesia. Pensándolo bien, si le dieras una computadora a alguien del periodo Heian, seguramente esa persona estaría confundida al principio, pero se acostumbraría paulatinamente a ella, justo como me ocurrió a mí. Aunque probablemente se la pasarían gritando que se trataba de brujería o algo similar. Quizá incluso la telequinesia sería una rama de la física ampliamente reconocida como tal por alguien que viviera mil años en el futuro.
Tampoco había presentado anomalías con mi estado de salud. Al cuarto día, me caí adrede para golpear mi cabeza, pues así podría ser hospitalizado y hacer que me examinaran a detalle. Pero todos los resultados estaban en regla.
Respecto a la bitácora de experimentos telequinéticos, recién había comenzado la tercera página y estaba registrando datos detallados con regularidad.
En primera instancia, a pesar de que había pronosticado incrementos en mi capacidad telequinética a una tasa de 1 gramo, la realidad fue distinta. Su comportamiento fue el siguiente: 3 gramos → 4 gramos → 5 gramos → 7 gramos → 9 gramos → 11 gramos. Aparentemente, la tasa de crecimiento era un exponente de 1.3 en cada ocasión. Esa tasa era mucho mejor que la tasa de crecimiento que generalmente tendrían los músculos normales. Después de hacer números en mi calculadora, descubrí que, si mantenía este ritmo, después de un mes habría llegado a los 118 gramos y que después de un año sería capaz de mover más de 1,640 billones de toneladas. Los números son una locura. Incluso los héroes de ficción palidecerían ante estos resultados. Googleé un poco y, aparentemente, el Monte Fuji pesa 1.5 billones de toneladas. ¿No es aterrador?
Sin embargo, no sabía si realmente existía un límite o no, así que, a propósito, mantuve mis expectativas muy bajas. El límite de, por ejemplo, 100 gramos, me parecía perfectamente posible. Y, además, siempre estaba presente la posibilidad de que la habilidad me abandonara tan abruptamente como llegó.
Además, sólo podía sujetar cuerpos sólidos. Al no poder ver el aire, no podía imaginarme sujetándolo y, por lo tanto, no funcionaba. Los líquidos eran difíciles de agarrar y, en la ocasión en que intenté levantar 11 gramos de una sola vez, simplemente se desbordó y salpicó por todas partes. El hecho de que flotara lo suficiente alto como para salpicar todo alrededor significaba que sí funcionaba, pero se sentía como si intentara recoger agua con un bolígrafo. Mover el fuego era imposible, y curvar la luz era, por supuesto, también imposible. Ni siquiera sentí que pudiera hacer algo con respecto al fuego y la luz.
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A pesar de los exámenes o el viaje escolar, continué entrenando diligentemente noche tras noche. Al pasar dos meses, ya me había vuelto capaz de mover 8 kg. La capacidad había alcanzado el punto en donde no me avergonzaría de llamarlo un superpoder. Esto era suficiente para mover la mayoría de las cosas que normalmente movería con mis manos en mi vida cotidiana. Sucumbiendo ante mi propia curiosidad, intenté tirar y levantar mi borrador utilizando telequinesia durante clase, pero no fui atrapado. O, bien, nadie vio nada, o quienquiera que lo vio pensó que simplemente estaba alucinando.
Me puse un poco engreído y le dije a un amigo que haría un truco de cartas, pero lo realicé utilizando telequinesia. Quedó encantando, lo que me hizo sentir genial.
Sin embargo, después de me comenzó a insistir un montón para que le revelara mi secreto, lo que me hizo preocuparme por una buena respuesta. Al final me rendí y le revelé que lo había realizado con telequinesia; pero, debido a que anteriormente había dicho que sería un juego de cartas, no me creyó y simplemente pensó que era una excusa para quitármelo de encima. Entonces le mostré mi verdadera telequinesia, pero él terminó pensando que se trataba de otro truco. Me encontraba en una situación por demás compleja.
Algo en mi interior me dijo que, entre más intentaba convencerlo de mis poderes, más obsesionado estaría al respecto, así que evadí sus preguntas con respuestas vagas y escapé del lugar. Al día siguiente, cuando comenzó a insistirme que le mostrara los “trucos” de nuevo, le dije que mi mamá había tirado accidentalmente mis cartas amañadas y me apegué a esa historia. Luego me juré a mí mismo que nunca jamás volvería a utilizar mi telequinesia frente a alguien. La telequinesia permanecerá por siempre como un pasatiempo personal. Mostrársela a alguien es algo agotador…
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Así que, mientras mi capacidad telequinética se incrementaba, me quedaba con menos cosas para mover con la mente. Pasé de la arrocera a un librero. Del librero al refrigerador. Del refrigerador al auto. Después de mover los autobuses de la estación de autobuses cercana durante cuatro meses, comencé a sentir que la efectividad se veía disminuida.
Me di cuenta de algo. Sorprendentemente, en este mundo es realmente difícil encontrar cosas realmente pesadas fuera de lugares concretos.
Generalmente, un autobús pesa entre 6 y 8 toneladas. Estoy seguro de que una casa pesa más que eso, y que un rascacielos pesa todavía más. Pero no podría ir por la calle levantando cosas ancladas al suelo. Consideré mover trenes, pero me pude imaginar las catástrofes que podrían ocurrir si utilizara mi telequinesia sobre un tren en movimiento y no me era posible infiltrarme en un depósito de trenes.
Sin tener más opciones, puse una pausa temporal a los incrementos de capacidad y decidí enfocarme en duración, precisión y variedad de aplicaciones. Desde mi punto de vista, partir de una capacidad base de unas 7 toneladas era más que suficiente con lo cual trabajar.
Así que lo primero que entrené fueron los vectores. Quería ser capaz de mover cosas en todas las direcciones, ya fuera al frente, atrás, arriba, abajo, izquierda o derecha. Cuando recién comencé a entrenar, sentí una respuesta muy pequeña cuanto intenté realizar un movimiento horizontal, así que pensé que las probabilidades de éxito eran bastante altas. Y, cuando lo intenté, obtuve buenos resultados. Aparte de jalar y empujar, descubrí que era capaz de mover cuerpos de 2 o 3 kg en todas las direcciones.
Quizá se debía a que había utilizado mi telequimúsculo en una manera que no lo había hecho antes, pero el dolor telequinético al día siguiente fue mucho peor que aquel que había tenido hace tiempo.
Debido a que primero entrené lo esencial, mi dominio sobre los demás vectores no presentó mayores inconvenientes. Después de apenas tres meses, ya me había vuelto capaz de mover las 7 toneladas en todas las direcciones.
Pero el precio a pagar fue un rumor que se propagó sobre autobuses voladores a mitad de la noche, como si estuvieran poseídos. En el instante en que escuché ese rumor, sentí un frío sudor deslizarse por mi espalda. Aparentemente, había sido visto. Así que dejé de mover autobuses.
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Para cuando ya había dominado todos los vectores, comencé mi tercer año de preparatoria. No estaba muy preocupado por no ser capaz de garantizarme un sustento, así que simplemente elegí una escuela industrial en la mitad inferior del espectro que se ajustaba a mis habilidades académicas. Es cierto que aspirar a un papel de investigador en física habría sido mucho más benéfico para mi propia investigación sobre mi telequinesia, pero, para ser honesto, no era tan brillante. Mis notas apenas superaban el promedio, pero no tenía el cerebro para generar algo revolucionario.
A medida que me seguía preparando para el examen, también seguía entrenando mi telequinesia. A estas alturas, esta rutina se había convertido completamente en un pasatiempo. Sentía que había utilizado mi telequinesia como un pretexto para relajarme entre las sesiones de estudio.
Así que, después de dominar todos los vectores, mi siguiente objetivo era lo apuesto a “mover”: “detener”.
Hasta ahora, había estado utilizando mi telequinesia únicamente para mover cosas, como “atraer” hacia mí o “alejar”, pero estaba seguro de que podría ser utilizada en sentido contrario. Como recolocar en su sitio algo que volara en el aire, o detener una pelota rodando cuesta abajo. Hacer que la telequinesia se “detenga” podría ser otra forma de expresarlo.
Pero esto sería difícil. Si lo que había estado haciendo hasta ahora era relativamente fácil, como levantar mancuernas, esto se sentía extrañamente complicado, como hacer el ejercicio de la silla invisible. Cuando perdía la concentración, el poder para frenar cosas se disipaba gradualmente. Al principio parecía sencillo, pero, con el paso del tiempo, podía sentir a mi telequimúsculo temblar y pedir a gritos que lo liberara. Sin embargo, con mucho entrenamiento, podría ser capaz de conseguir un telequimúsculo rosa con mucha más fuerza pura y resistencia. No es que obtenerlos cambiaría algo para mí, pero los chicos son criaturas que quieren obtener músculos incluso sin beneficio aparente. Los músculos otorgan estatus.
Así que levantaba mi escritorio mientras estudiaba, levantaba la silla en la cual estaba sentado mientras practicaba mi comprensión auditiva del inglés. Levantaba el auto de mi papá mientras contestaba preguntas de exámenes anteriores.
Para ser alguien que estudiaba y entrenaba su telequinesia al mismo tiempo, tanto mis notas como mi telequimúsculo crecieron a un ritmo constante. Bueno, tú sabes, es como aquellos que practican deportes mientras estudian. Así como hay personas que con incapaces de concentrarse cuando hay música de fondo, hay personas que pueden concentrarse mejor en sus estudios mientras escuchan música. En mi caso, la combinación de mi telequinesia y los estudios resultó ser muy buena.
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Pasar todo mi verano estudiando y entrenando mi telequinesia por doce horas diarias todos los días de manera religiosa rindió sus frutos. Me las arreglé para obtener una calificación de “A” en mi universidad predilecta y ya no me agotaba el activar la resistencia y el poder de fijación de mi telequimúsculo por periodos prolongados. Aunque debo confesar que todas esas noches en vela pudieron haber sido un exceso.
Tanto mi profesor como mis padres me recomendaron aspirar a una universidad de mayor nivel, pero me las arreglé para refutarlos con razonamientos poco elaborados. La universidad de mayor nivel no estaba cerca de un océano. Así que, de todos modos, mientras no cometiera un gran error en mis exámenes de ingreso a la universidad, todo marchaba bien.
Mientras veía a mis elegantes amigos, quienes habían pasado sus veranos con ociosidad, intentar devorar sus libros con expresiones no tan elegantes, yo era capaz de dedicarme únicamente a mi pasatiempo por un rato.
La siguiente tarea que abordé fue la manipulación de la forma de mi telequinesia. En lugar de utilizar la telequinesia para interferir en algo, intentaba manipular la telequinesia en sí misma. Gracias a mis esfuerzos para entrenar la resistencia de mi telequimúsculo durante el verano, había adquirido una mejor perspectiva de la telequinesia como un poder en sí mismo.
Debido a mi necesidad de un intermediario para utilizar mi telequinesia hasta ese entonces, había tenido grandes dificultades para manipular cosas que no podía ver, como el aire, y con cosas sin formas definidas, como es el caso de los líquidos. Sin embargo, si me volviera capaz de controlar la telequinesia en sí misma, podría utilizar la telequinesia para crear un ventilador para impulsar el aire o formar una tasa para recoger agua. O, al menos, eso es lo que me parecía que podría conseguir eventualmente con entrenamiento.
Para comenzar, hice una tabla con telequinesia. Partiendo del punto en el que siempre había estado, la extendí al tamaño de una moneda de 1 yen. Eso me tomó cerca de una hora. Más que decir que fue complicado, lo preciso sería decir que era una cosa que requería mucho cuidado.
Utilizar la analogía de los músculos físicos ya es algo molesto, pero, de todos modos, se sentía como atornillar un tornillo o clavar un clavo. En lugar de sólo utilizar y entrenar los músculos sin propósito alguno, era más como intentar utilizar esos músculos para hacer algo. Incluso a pesar de que mi telequimúsculo aún tenía un montón de energía, la fatiga telequinética era tan abrumadora que dejé de hacerlo después de una hora. Y, como el origen era un punto, al día siguiente tenía que expandirlo al tamaño de una moneda nuevamente. Pero eso fue parte de lo que hizo que todo esto valiera la pena.
Al final, me tomó una semana entera expandir el punto al tamaño de una moneda de 500 yenes. Luego, un mes entero para alcanzar el tamaño de un billete de 1,000 yenes. Poco a poco fui aprendiendo a expandir el tamaño del campo de fuerza y, dos meses después, sólo me tomó quince minutos expandir el campo de fuerza al tamaño de ocho tatamis (12.24 metros cuadrados). Estaba seguro de que con más entrenamiento sería capaz de extenderlo aún más. Pero eso no era todo. También comencé a entrenar para hacerlo más rápido y también para hacer formas más complicadas con él.
Y así llegué a ser capaz de extender el punto hasta el tamaño de una tabla. Pero yo quería ser capaz de hacer una tabla desde el principio.
El rango de mi telequinesia abarcaba hasta donde pudiera ver. En otras palabras, eso significaba que podía activar mi telequinesia en cualquier punto de mi campo visual. Al mismo tiempo, podía controlar simultáneamente dos o tres aplicaciones individuales. Lo que significaba que no tenía que empezar siempre con un punto y expandirlo, y que debería ser posible iniciar una aplicación telequinética en forma de tabla desde el comienzo. La razón por la cual había estado utilizando el método de expandir del punto hasta ahora era porque era más sencillo, pero había comenzado a comprender la telequinesia como una tabla, así que pensé que ya era hora de ponerlo en práctica.
Así que comencé a entrenar con esa idea en mente. El primer día, el resultado que obtuve después de dos horas enteras de esfuerzo fue una tabla tan delgada y frágil como un pañuelo. Pero, una semana después, ya era como papel de paja, tras lo cual mi habilidad siguió creciendo día tras día. Dos semanas más tarde, era capaz de crear una tabla tan fuerte como la madera y del tamaño de una cancha de tenis en tres minutos. Incluso yo estaba sorprendido con la rapidez de mi progreso.
Tal vez sea gracias a que había estado entrenando diligentemente mi telequinesia todo el tiempo hasta ahora, pero últimamente había sido capaz de ver el crecimiento de mis habilidades telequinéticas. ¿Podría ser que realmente soy un genio? ¿Podría ser que me fortalecí gracias a este poder que trabajé de manera autodidacta? ¿Por fin comenzarán? ¿Por fin van a comenzar mis días extraordinarios? … Pero no había indicio alguno de que algo similar estuviera por ocurrir pronto.
Ni siquiera Ichirou o Jobs alcanzaron sus respectivos niveles de éxito de la noche a la mañana. Triunfando un poco, fracasando otro poco y siempre mirando hacia adelante, eventualmente pasaron de ser personas ordinarias a ser lo que la gente considera personas extraordinarias. En ese sentido, incluso se podría decir que lo normal es que nada extraordinario ocurra mientras te quedes sentado esperándolo. Tienes que tomar la iniciativa, fuera como fuera.
Habiendo alcanzado tal dominio sobre mi telequinesia, era capaz de crear una conmoción bastante significativa. Si sólo buscara exposición sin la más remota consideración por las consecuencias, podría pararme frente a una estación de televisión en Tokio y juguetear con un gran camión. Hacerlo delante de tantos ojos haría realmente complicado el intentar describirlo como un mero truco.
Sin embargo, esa clase de extraordinariedad era distinta a la que yo buscaba. No quería que me diluviaran reporteros, ni aparecer en primera plana en los periódicos, o ser el tema de conversación de las revistas de chismes o de mesas de discusión de autoproclamados “profesionales” que se creerían en la posición de decir cualquier cosa al respecto. Lo que yo quería era algo más como, tú sabes, tener batallas con otros espers. Tal vez tendría a un teletransportador y un psicometrista en mi equipo, y, oh, todas las situaciones en las que nos involucraríamos… En lugar de días extraordinarios con pizcas de ordinariedad, la extraordinariedad sinfín era una idea mucho más atractiva.
Hmm. Se dice que los estudiantes universitarios tienen mucho tiempo libre. Si eso es cierto, entonces debe ser tiempo de comenzar a reclutar camaradas.
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Para cuando había terminado de tomar la Prueba del Centro Nacional de Admisiones Universitarias (a mediados de enero), mi tabla telequinética había alcanzado un desarrollo bastante bueno. El tiempo requerido para formarla era menor a diez segundos y podía crear libremente cualquier forma que desease, ya fuera una tabla, una taza, una elipse o cualquier otra cosa. Además. Me había vuelto capaz de cubrir objetos con formas complejas, como peluches o ramos florales, con una capa telequinética. Aún estaba muy lejos de embonar perfectamente y era más como una cubierta plástica con algunos huecos y protuberancias. En lugar de una tabla, ahora se había convertido en algo similar a una barrera.
Mientras estaba en la tina, recogía agua con una barrera, luego cambiaba la forma de la barrera mientras me aseguraba de que no se derramara ni una gota. A la par de todas las demás cosas que hacía, mi dominio sobre la telequinesia crecía rápidamente.
También intenté doblar origami con telequinesia y tallar esculturas al mover la navaja con telequinesia. Lo que buscaba conseguir era una habilidad telequinética tan precisa como poderosa.
Pues bien. Siendo ya ligeramente inadecuado para la universidad de mi elección en un buen sentido, pasé el examen de ingreso específico para esa universidad sin muchas dificultades. Y, así, me volví un estudiante universitario hecho y derecho. Después de mudarme a mi propia casa, acabé teniendo tres días libres antes de la ceremonia de ingreso. ¿Me preguntas qué hice en todo ese tiempo? Por supuesto que lo dediqué a entrenar mi telequinesia. ¿Me preguntas por qué mejor no me preparé para mis clases? Por favor. Obtener los créditos necesarios para graduarme era más que suficiente, dah.
Durante la noche, mientras todos los niños buenos estaban dormidos, salía de mi apartamento con rumbo hacia al mar. Sólo me tomaba 10 minutos a pie. Realmente estaba muy cerca.
Escuchando el sonido de las olas, descendí a la arena. Con solo una pequeña linterna iluminando mi camino, logré llegar a la ribera. Luego utilicé mi telequinesia para levantar una enorme masa de agua de mar.
¿Ya te diste cuenta?
En efecto, el yo se ese momento se había vuelto perfectamente capaz de levantar el agua.
Un metro cúbico de agua pesa 1 tonelada. El agua de mar es infinitamente abundante, así que prácticamente no hay un límite en cuánto al peso que puede proveer. La idea era que, a partir de ese momento, sería capaz de entrenar la capacidad de mi telequimúsculo hasta que 7 toneladas parecieran nada. Esta era la mitad de las razones por las cuales elegí una universidad cercana al mar.
Por fin podía continuar incrementando mi capacidad. Alta, más alta, mucho más alta, infinitamente alta. Para ser honesto, realmente no tenía un número específico al cual aspirar, simplemente estaba intentando incrementarla tanto como me fuera posible.
Pero terminé exagerando y pasé la noche entera en la playa jugando con el agua del mar, lo que hizo que me resfriara y casi tuviera que arrastrarme hacia la ceremonia de ingreso. Ni siquiera los espers pueden vencer a las enfermedades. Estaba más que claro que me había embriagado por la libertad que me otorgaba el vivir solo. Lo siento, yo mismo. (’・ω・)
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Resultó que, en la universidad, mientras consigas todos los créditos, podías hacer básicamente cualquier cosa que quieras. Podías dedicarte a tu club, podías pasar el rato con tus amigos, podías atrincherarte en tu laboratorio de investigación o podías obtener ingresos al trabajar a tiempo parcial.
Al encontrarme con el triple de la libertad que esperaba; decidí, sin dudarlo, dedicarme enteramente a mi pasatiempo.
Por supuesto que me refería a mi telequinesia.
Mientras seguía con mi entrenamiento, comencé a comprar y coleccionar revistas de ocultismo y a leer distintas publicaciones. También asistí a conferencias impartidas por autoproclamados especialistas y, en algunas ocasiones, incluso fui capaz de conocerlos y hablar con ellos en persona.
Con el dinero que ahorré de mis trabajos a tiempo parcial, comencé a viajar a todos lados. El Monte Aso en la Prefectura de Kumamoto. El Mar de los Árboles al pie del Monte Fuji. Las Tierras Altas de Guyana en Sudamérica. La Torre de Londres en Inglaterra. No me importaba si estaban en Japón o en el extranjero. Fui a más lugares cargados de energía, tanto positiva como negativa, de los que podría contar con los dedos de mis manos.
Sin embargo, ninguno de ellos se sintió ni remotamente como lo que yo esperaba. Y mi universidad no tenía un Club de Ocultismo en primer lugar.
También intenté conocer gente que aseguraba tener superpoderes mientras ocultaba mi propia identidad, pero con lo que me encontré fue decepcionante. Una de ellas se marchó por un tiempo absurdamente largo mientras murmuraba una gran sarta de tonterías, las cuales se suponían eran hechizos, en una habitación poco iluminada, y regresó mostrándome que “¡el color del agua ha cambiado de color!”.
Parece un truco estúpido, no importa cómo se le mire, pero te lo agradezco. Incluso si realmente se tratase de un superpoder, yo no lo podría reconocer como tal. Es increíblemente patético. Te. Falta. ¡Esforzarte! Era tan patético que no pude contener mi ira. Terminé utilizando telequinesia para destrozar por completo la casa de esa persona, pero no me arrepiento, en absoluto.
¡Dejen de hacerme perder el tiempo!
Así que, sí, mi primer año en la universidad terminó siendo en su mayoría un esfuerzo infructuoso. Pero, a pesar de su inutilidad, me quedó claro que, incluso si hubieran espers, no sería capaz de encontrarlos utilizando métodos convencionales. Así que sí pude obtener un aprendizaje.
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Por un lado, la búsqueda de camaradas fue un rotundo fracaso. Pero, por el otro, mi entrenamiento marchaba increíblemente bien.
Levantar agua de mar requería unas cuantas cosas: precisión, para que el agua no se derramara; una capacidad que pudiera soportar el peso; resistencia, para seguir sosteniendo el agua en el aire; la formación de una barrera para sostenerla; y, básicamente, cualquier otra área que hubiera entrenado hasta ahora.
Cuando me volví capaz de levantar con facilidad un cubo de agua, al cual medí con una cintra métrica de 50 metros, me di cuenta de que eso se traducía en 125,000 toneladas. Lo googleé y descubrí que eso era más que suficiente para levantar un buque petrolero mediano. Asombroso. Si mi telequimúsculo fuera un músculo normal, entonces me habría vuelto tan musculoso que sería un monstruo. Por no hablar de un tanque, probablemente habría vencido a un acorazado en una pelea.
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Debido a que dediqué mucho tiempo a mi telequinesia, me vi en peligro de tener que repetir el año, pero me las arreglé para aprobar de alguna manera y me convertí en un alumno de segundo grado. Para ese año, pensé en reducir mi área de actividad de alcance mundial a únicamente a la de una ciudad.
Para ese entonces, mi capacidad ya había alcanzado un punto en el cual no era capaz de medirla y también había alcanzado la precisión y resistencia necesarias para envolver con barreras individuales cada grano de arroz en un tazón y mantenerlas por una hora entera. Así que lo siguiente por entrenar era la Velocidad de Reacción. Necesitaba ser capaz de utilizar telequinesia cuando fuera necesario, justo en el acto, tal y como quisiera.
En ese momento, me tomaba 2 segundos desplegar una barrera. Y yo quería disminuirlos al tiempo promedio de respuesta humana, 0.2 segundos.
Además, quería ser capaz de utilizarla de forma natural para ayudar al movimiento físico. Por ejemplo, si alguna vez me torcía la pierna, podría utilizar la telequinesia para ayudarme y poder seguir saltando y esquivando como si mi pie no hubiera pasado nada. Otra manera de expresarlo es que quería que mis acciones normales fueran potenciadas hasta niveles sobrehumanos, como saltar docenas de metros y pulverizar concreto con mi puño. Dejando de lado la incógnita de si en algún momento de mi vida podría tener la oportunidad de pulverizar concreto con mis propias manos, por supuesto.
Así que, al final, terminé incorporando el entrenamiento a mi vida cotidiana.
Tan pronto como despertaba por la mañana, lanzaba hacia arriba una pequeña piedra que dejaba junto a mi almohada cada día antes de dormir. Entonces, antes de que la pequeña piedra me golpeara, yo la reflejaba con la menor cantidad de barreras posible. Continuaba así por 5 minutos.
Durante todo ese tiempo, no usaba mis manos. La capacidad telequinética disminuía cuando no levantaba la mano, pero la idea era que tener mi mano levantada todo el tiempo a diario se vería increíblemente sospechoso. Como si fuera un tercer brazo, quería ser capaz de utilizar telequinesia de manera tan natural como lo es ver, oler o respirar.
Para cuando terminaba mi pequeño entrenamiento, ya estaba bien despierto, así que me levantaba para prepararme el desayuno. Sin embargo, únicamente lo hacía con telequinesia. Utilizaba la telequinesia para sostener la sartén, utilizaba la telequinesia para encender la estufa, utilizaba la telequinesia para cortar los vegetales y luego utilizaba la telequinesia para freírlos. También cubría la sartén y la cubertería con una barrera para evitar que se ensuciaran. Buscando dejar de depender en lo electrónico, me volví enteramente telequinético. Aunque aún utilizaba llamas vivas.
Luego, cuando me dirigía a la escuela, desplegaba una barrera para mantener mi pie separado del suelo por unos cuantos milímetros, y la disipaba inmediatamente después de levantar el pie. Cuando comencé a hacer eso en el primer día de mis clases del segundo grado, casi llegué tarde. El primer día, sólo pude alcanzar una velocidad de 300 metros por hora. Como puedes imaginarte, esto resultó extremadamente complicado, y tardé 3 meses enteros en volver a ser capaz de caminar a un ritmo normal. Incluso mis amigos de la universidad comenzaron a sospechar que me había lastimado el pie o algo similar. Aunque me sentía un poco mal por mentirles, les seguía la corriente y actuaba como si realmente no ocurriera nada malo con mis pies. Ahora que lo pienso, eso pudo haber sido un poco exagerado, ya que no era como si estuviera apresurando el entrenamiento como preparación para una inminente pelea con un misterioso villano o algo por el estilo.
Pero, de todos modos, después de clases nuevamente preparé los alimentos utilizando únicamente telequinesia, luego hice ejercicio muscular normal mientras estudiaba utilizando la computadora y moviendo mi lápiz mecánico utilizando telequinesia. Entrenar telequinesia para ayudar mis movimientos cotidianos era algo bueno, pero sería problemático si algún músculo normal se atrofiara debido a un exceso de uso. Así que también era necesaria una cantidad apropiada de entrenamiento muscular.
Cuando el reloj marcaba la medianoche, dejaba de estudiar, me ponía la máscara que había comprado en Bali cuando estuve allí en mi primer año, luego salía a caminar. Era la hora de las brujas.
Utilizando la telequinesia como apoyo, saltaba de techo en techo, luego caminaba (corría) sobre el aire con rumbo al mar. Cuando llegaba al mar, levantaba suficiente agua como para crear una pista de atletismo sobre el agua y volaba sobre ella. No me preocupaba que alguien pudiera verme. Para eso era la máscara. Aunque, debo admitir, eso duplicó mis sospechas.
Pero, incluso este estilo de vida, que te haría querer preguntarme “¡¿contra qué rayos te estás preparando para pelear?!”, se volvió una mera rutina después de medio año. Más bien, debido a que me ponía una máscara y volaba durante la noche, sentía una gran euforia que provenía desde mi chuunibyou interior.
Bueno, yo realmente estaba utilizando telequinesia, así que no estaba seguro de si podía seguir siendo denominado chuunibyou.
Todos los salarios de mis trabajos a tiempo parcial fueron destinados a un par de guantes de acero, así como a un par de botas cuyo valor residía en que podían resistir hasta 2 toneladas de peso. Digo, tú me entiendes, una organización antiespers podría aparecer de pronto. Así que, tú sabes, como contramedida, ¿no? …Aunque no había seña alguna de tal organización. Más bien, debido a que me había vuelto más que capaz de partir a la mitad el Árbol del Cielo de Tokio, si apareciera alguien capaz de pelear cara a cara conmigo, entonces eso significaría una lucha infernal entre monstruos.
Pero, de todos modos, a medida que disminuía gradualmente el intenso régimen de entrenamiento que, aparentemente, había implementado para derrotar a un misterioso enemigo más allá de mi entendimiento, me encontré con más tiempo libre para continuar en mi búsqueda de camaradas.
Ahora bien, ya había aprendido la lección de que, probablemente, no sería capaz de encontrar a otros espers si los buscara solo. Pero, dicho eso, tampoco tenía los contactos para indagar en el bajo mundo. Así que la mejor opción era utilizar los medios masivos de comunicación.
Sin embargo, jamás pensé, ni por un momento, que mostrar mis poderes sería suficiente para convencer a otros espers para reunirse. Hasta ahora, ya había revisado varios canales de televisión y varios programas de televisión en búsqueda de otros espers, pero no había visto siquiera un caso de alguno que pareciera auténtico.
Compré todos los videos y DVD de un programa en específico, pero el 95% de sus invitados eran claramente fraudes, mientras que con el 5% restante no podría emitir un veredicto certero basado únicamente en lo que vi en pantalla.
Así que usé mis días libres para volar nuevamente por todo el país y el mundo en un intento de conocer a ese 5% restante. Sin embargo, uno de ellos requería reservar una cita con 5 años de anticipación; uno de ellos estaba realmente indeciso sobre mostrarme su superpoder y, al final, terminó poniéndose a la defensiva y echándome del lugar; dos de ellos, quienes aseguraban ser capaces de predecir el futuro, aceptaron mi dinero, pero luego sólo se pusieron a decir frases vagas que podrían ser interpretadas de distintas maneras, y el resto ni siquiera hizo pública su información de contacto.
Así fue cómo lo supe. Así fue cómo me vi forzado a aceptar la verdad. La irrefutable verdad de que era el único esper en todo el mundo.
Sin embargo, y sorprendentemente, no me sentí decepcionado. Fue más como Ahhhh, justo cómo lo había sospechado. Ya tenía una vaga sospecha de que ese era el caso, y el hecho de que la telequinesis se haya convertido en algo tan cotidiano para mí probablemente también haya influido.
Recuerdo cuando obtuve mi primer juego en la primaria. En ese momento, sentía que había puesto mis manos sobre algún arma legendaria y estaba muy feliz por ello. Iba por ahí presumiéndoles a mis amigos y me enganché en jugar partidas con otros. Luego, cuando mi entretenimiento preferido pasó a ser el manga, el juego se redujo a una pieza casi insignificante de la extraordinariedad, algo al nivel de ver una estrella fugaz un día cualquiera.
Ocurría lo mismo con la telequinesia. Después de tres años enteros de ser capaz de utilizarla, yo ya me había acostumbrado completamente a ella. Aún era divertida, y todavía valía la pena hacerlo, pero, cuando más, se sentía como disfrutar de la secuela de mi juego favorito y ya no había emoción o expectativa alguna por algo desconocido. Casi podía vislumbrar cómo sería en el futuro.
Lo más probable es que no aparecieran otros espers.
Ninguna organización iba a aparecer buscando arrebatarme la vida.
No iba a conseguir ligar con una chica linda.
No iba a haber efectos secundarios por la telequinesia.
No descubriría porqué obtuve telequinesia en primer lugar.
Seguiría entrenando mi telequinesia como lo hacía a diario, y eso sería el final de todo. Podía imaginarme así con gran facilidad, y estaba bien con esa idea.
Pero, bueno, también había pensado que sería genial crear una enorme conmoción después de haber entrenado hasta mi máxima capacidad. Tal vez eso podría abrir el telón de una fantasía que podría hacerme despertar. Hay al menos una muy remota posibilidad de que eso ocurra, ¿cierto?
Pero, hasta que ese día llegue, seguiré entrenando mi telequinesia.
Con férrea constancia.
Comentarios para el capítulo "Capítulo 1"
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